La meta que yo ansío,
No se aleja del cielo;
Es tu eterna alegría,
Realmente mi anhelo.
Me disculpo de antemano,
No te quiero incomodar,
Pero como un cardenal
Cantare ilusionado,
Cuanto me eh desvelado,
Cuando a los lejos miro
Que entristeces con frio
Y lamento que alejes,
Aunque no lo manejes,
La meta que yo ansío.
Quiero que te cuides,
Del dolor en ironía,
Aunque dulce sea la agonía,
Que enseña sin matices,
Apreciar a las raíces,
Con un divino miedo,
Que congela como el hielo.
Aquel intenso dolor,
También enseña que el furor,
No se aleja de cielo.
Lo que trato de decir,
Es que del dolor se aprende,
Y la esencia que desprende,
Es difícil corregir,
E inclusive conseguir,
De nuevo la armonía,
Que antes existía,
Es un milenio perdido.
Por eso lo que elijo,
Es tu eterna alegría.
Ruego que me permitas,
Llevarte muy lejos,
A un lugar sin conejos
Para que te rías,
Pues en esa maravilla,
Desaparece del cielo,
El inicial desvelo,
Que se convierte en tu risa,
La cual es con delicia,
Realmente mi anhelo.
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